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¿A que alguna vez te has desfondado nada más pasar un repecho empinado? ¿Al hacer una subida muy dura o cuando has hecho un cambio de ritmo más fuerte de lo que podían soportar tus piernas? Pues bien, estas son sensaciones normales, sobre todo si no estás adaptado a estos esfuerzos de alta intensidad. Tu organismo se colapsa porque no es capaz de generar toda la energía necesaria para realizar el esfuerzo o, incluso en caso de poder hacerlo, el precio en el aspecto metabólico es que se genera un nivel de fatiga tan elevado que limita de forma severa tu rendimiento, tanto que en ocasiones tienes hasta que parar para descansar y reponerte del sobreesfuerzo.
Mejorar, pero por arriba
Es evidente que este tipo de esfuerzos no son los más frecuentes si vas en bicicleta de modo tranquilo, pero estamos seguros de que no solo si compites, sino que si te tomas tus salidas como un reto personal y te gusta ir rápido en bici, serán más que habituales.
Entrenar a ritmo constante, aunque sea a un nivel exigente, no tiene unos efectos muy directos en las zonas de intensidad que se requieren para pasar un repecho, sprintar o hacer un cambio de ritmo brusco sobre la bici, por ejemplo. Son intensidades en las que nuestro organismo necesita poco oxígeno para obtener energía, aunque esta se logra de procesos que consumen, fundamentalmente, muchos de nuestros hidratos de carbono.
Son procesos, además, muy poco eficientes, pues al mismo tiempo que producen energía para nuestros músculos, generan niveles de fatiga tan elevados que si no estamos debidamente adaptados y entrenados para ello, nos colapsan en apenas unos segundos. Para mejorar, pues, nuestro rendimiento en la zona alta de pulsaciones o de vatios generados, el entrenamiento interválico o lo que conocemos por series es crucial. Veamos por qué.
¿Qué significa entrenar por series?
El entrenamiento interválico no es más que fraccionar los esfuerzos y dividirlos según el nivel de intensidad. Así, podemos establecer intervalos o períodos de tiempo de 5’ pedaleando a una intensidad que nos eleve el pulso a 170 pulsaciones por minuto y después permanecer otros 5’ reduciendo nuestra intensidad de esfuerzo de forma que el pulso baje a 130 pulsaciones. Esta operación la podemos realizar varias veces. Así es como trabajamos por series de intervalos, o sea, lo que se conoce coloquialmente por series. Este método de trabajo nos permite acumular un tiempo determinado a unas intensidades tan altas que de manera continua no seríamos capaces de soportar o serían, en todo caso, muy complicadas de realizar. No es lo mismo estar una hora seguida a 170 pulsaciones por minuto que hacerlo de manera fraccionada a esas mismas pulsaciones, pero en tres períodos de 20’ intercalados entre sí por 5’ de descanso.
Múltiples variables
Entrenar con este método requiere cierto conocimiento de los diferentes tipos de adaptaciones que se pueden producir para poder hacerlo con efectividad, o bien dejarse asesorar por un preparador físico titulado. Y es que dependiendo de los tiempos que escojamos de recuperación, la intensidad de los intervalos, la duración de los mismos o incluso la cantidad de series de intervalos, las adaptaciones que consigamos van a ser muy diferentes. Trabajar más la explosividad, ser más competitivos en esfuerzos de resistencia o mejorar en nuestra fuerza van a depender de estas variables, que necesariamente hay que conocer. Por se motivo, hay diferentes tipos de entrenamiento interválico.
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